viernes, 13 de febrero de 2009

gabosh

Ha llovido desde que aquellos días de ternura arroparon toda ilusión al desnudar un lienzo, un poema. Mi pecho se ha vuelto estrecho y todavía puedo ver mis manos manchadas de pintura en los talleres. Volvimos con el insistente desvelo del artista cuando aun no amanece y las ideas, en forma de aves, revolotean en las paredes, sin orientación en el viento, en la tenue llovizna. Busca en la mirada perdida de la mujer que pasa. La lumbre, la chispa, la necesidad de narrarle a nuestra propia gente una historia donde ellos sean protagonistas.
Hemos visto la calle, sus rostros, sus peligros, y a aun seguimos soñando en conquistarla, cada vez mas decididos en besar su vientre, en dormitar sus rincones.

Una cierta vez vino un muchacho a mis ojos de niño, con las manos sucias, manchadas también, hoy, cuando pase la borrasca, escribiré por todas esas bocas que jamás serán mías, y por todas esas tardes en las que nos juramos, aunque se quebraje nuestra fe, vivir para ver estos momentos de logro, vivir, desde una pagina, un trazo, como lo que siempre fuimos.

Clásicos de adentro.

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